Factores de riesgo ¿invisibles?

…O al menos aparentemente invisibles, si bien podríamos preguntarnos: si existen radiaciones a nuestro alrededor, ¿cómo podemos sentirlas, si no las vemos ni las tocamos? ¿Qué influencia tienen en nuestra vida?

En realidad, el espectro electromagnético es muy amplio, y su totalidad está compuesto por los diferentes pulsos y energías de la luz. La luz son fotones que pueden ser ondas o partículas al mismo tiempo. Dependiendo de su cantidad de energía, estos fotones pueden vibrar con ritmos diferentes, lo que llamamos frecuencias, y cada baile genera un diferente tipo de radiación. Así, en la naturaleza de la luz encontramos radiaciones ionizantes y peligrosas, como la radiación gamma, o como los rayos X que utilizamos para hacer radiografías, y radiaciones no ionizantes, como la luz visible que nos permite percibir las formas y los colores. También podemos sentir calor, que nos lo provoca la radiación infrarroja; sufrir quemaduras en nuestra piel, esterilizar material quirúrgico, o incrementar la resistencia de nuestros huesos, todo esto por efecto de la radiación ultra violeta; comunicarnos con los demás, gracias a las ondas de radio y también a las microondas; o cocinar, de nuevo utilizando las microondas.

Como podemos observar, aunque cuando hablamos de radiaciones parece que hablamos de algo completamente intangible, nos damos cuenta de que en nuestra vida cotidiana podemos sentir muchos de los efectos tanto a través de nuestros sentidos como del uso práctico que hacemos de los diferentes ritmos y niveles de energía de la luz que nos envuelve. Es más, casi todas estas radiaciones se encuentran en la naturaleza, procedentes de la actividad del Sol, de las estrellas y de la Tierra. Incluso nosotros mismos somos fuente de muchas de estas radiaciones: no olvidemos eso del calor humano.

La matriz del universo y de la vida es de naturaleza electromagnética.

Prensa y salud geoambiental

Hoy me ha entrevistado una periodista de un diario de difusión nacional que está preparando un reportaje sobre salud geoambiental en los hogares. Hemos estado haciendo mediciones en una casa para explicarle sobre el terreno qué es la salud geoambiental, qué es la contaminación electromagnética, qué son los campos electromagnéticos naturales y artificiales, y cómo puede afectar todo esto a nuestra salud. Aquí me tenéis trabajando junto al fotógrafo del periódico.

Campos electromagnéticos de alta frecuencia

Como suele ser habitual, los factores de riesgo que más han llamado la atención de los ocupantes de la casa son las radiaciones del router wifi y las del teléfono inalámbrico DECT. En este caso, también hemos encontrado una línea de transporte eléctrico aéreo justo por encima del techo (la vivienda era un ático) aunque, afortunadamente, los niveles de flujo magnético eran muy bajos.

Sin embargo, en la cama del dormitorio principal había alteraciones importantes del campo magnético natural provocadas por factores geofísicos del subsuelo. Al preguntar a los dueños de la vivienda, resultó que la persona que dormía en ese lado de la cama llevaba meses sufriendo dolores articulares en las piernas, después de tres años de haberse mudado a ese inmueble. Un test de esfuerzo sobre el terreno a la persona afectada confirmó, como era de prever, qué zonas del dormitorio resultaban más saludables y cuáles más nocivas.

En estos momentos estamos empezando a hacer el informe de las mediciones realizadas. Parte importante de ese informe será el capítulo de soluciones, entre las cuales habrá una recomendación sobre cómo recolocar la cama de ese dormitorio para que deje de suponer un problema de salud a quienes allí duermen.

En cuanto salga publicado el reportaje, os lo muestro. ¡Espero que quede bien!

Desde lo más profundo de la Tierra

Igual que las radiaciones procedentes de la actividad de las antenas de telecomunicaciones o de los aparatos e instalaciones eléctricas interfieren en los procesos y ritmos biológicos, encontramos que las procedentes de la actividad geofísica de un terreno también interfieren directamente en el equilibrio de la salud de los seres vivos.

Esta semana me reuní en Barcelona con Robert Mayr, de ROM Elektronik, para conocer el medCONT, uno de los aparatos creados por su firma. Es uno de los equipos que estamos estudiando incorporar en Geosanix para analizar la salud geoambiental de un entorno concreto. Este aparato es un contador Geiger que mide los niveles de radiación gamma ambiental de forma direccional, por lo que permite discriminar sólo la radiación que procede de la Tierra. La sonda es tan sensible que puede distinguir las interferencias provocadas por los cambios en los materiales del subsuelo, o por la interposición de corrientes de agua subterránea, o por las fallas y fisuras del terreno, entre otros elementos geológicos, delatando así su presencia en la vertical del lugar de nuestro interés. De esta forma, podemos detectar qué zonas registran incrementos y caídas constantes en la radiación gamma y son, por tanto, más nocivas para nosotros.

Para comprobar la eficacia del equipo, hicimos unas mediciones en la segunda planta de un edificio. Aun así, no encontramos interferencias importantes debidas a la estructura de la construcción. Robert afirma que él mismo ha realizado prospecciones en una planta 16 con gran éxito. Evidentemente, las mediciones sobre terrenos sin edificar son mucho más claras y no plantean dudas sobre la naturaleza de las emisiones registradas.

Las distorsiones e incrementos en las radiaciones de superficie procedentes de la actividad geofísica del subsuelo pueden tener diversos orígenes y naturalezas, y pueden convertirse en un factor de riesgo para las personas expuestas durante largos periodos de tiempo en su vertical (camas, lugares de trabajo,etc). En siguientes entradas de este blog iremos aportando más información al respecto y seguiremos buscando más equipos y sistemas para la investigación de la naturaleza de estos factores de riesgo geoambiental.

Una selva electromagnética en tu mesilla de noche

En ocasiones una familia o una comunidad de vecinos solicita mis servicios con el fin de valorar, en el interior de una vivienda, las radiaciones procedentes de una línea de alta tensión, o de un transformador, o de una antena de telefonía móvil. Cuando realizo las mediciones, a veces localizo campos electromagnéticos procedentes de estos elementos, y a veces no. Sin embargo, lo que sí encuentro con frecuencia son pequeños equipos electrónicos, aparentemente inocuos y de uso cotidiano, que pueden ser mucho más peligrosos que las grandes fuentes de radiaciones. Y sus propietarios no son conscientes de ello.

Me refiero a las pequeñas pero exuberantes selvas electromagnéticas que encontramos sobre algunas mesillas de noche, junto a nuestra cama; selvas creadas por nosotros mismos y que plantamos justo al lado de nuestras cabezas precisamente durante las horas de sueño, ese valioso tiempo que dedicamos a renovar nuestras fuerzas y recuperar nuestra salud. Teléfonos inalámbricos DECT, radio-relojes despertadores, teléfonos móviles encendidos y conectados a sus cargadores, o lámparas halógenas con transformador son las especies más abundantes en esas latitudes. Puede parecer exagerado, pero doy fe de haber encontrado todos estos elementos enchufados y funcionando en una sola mesilla de noche.

Mesilla de noche

Las radiaciones que emiten estos aparatos, que colocamos tan cerca de nuestro cerebro, superan con creces las que entran en nuestras casas procedentes de antenas de telefonía o de transformadores urbanos del exterior. Sin embargo, podemos desconectar estos pequeños aparatos electrónicos domésticos a voluntad, y ésa es nuestra ventaja. No hace falta que renunciemos a las comodidades de la tecnología: simplemente basta con sustituir estos dispositivos por sistemas menos agresivos (radio-relojes a pilas, teléfonos de cable de los de toda la vida) o disponerlos en un lugar más adecuado, donde sigan cumpliendo su función pero no agredan nuestro bienestar.

¡Buenas noches y feliz descanso!

Becque, becque… ¿Becque qué??

Becquerelios. Becquerelios por metro cúbico: Bq/m3. Con esta unidad de medida podemos comprobar la cantidad de gas radón que puede detectarse en el interior de una vivienda. La cuestión es que cuando hablo con mis amigos arquitectos, muchos de ellos sensibles a los asuntos que tratamos en este blog, no tienen ni idea de la importancia que este factor tiene en la salud de las personas que vivirán en las casas que ellos proyectan.

La EPA estadounidense (Environmental Protection Agency, o Agencia de Protección del Medio Ambiente) gasta mucho dinero todos los años en comunicar sus conclusiones y valores sobre los riesgos del gas radón para el público en general, y lo hace tanto en inglés como en español. La Unión Europea también indica unos valores claros sobre la exposición a este gas. Incluso el CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) edita y distribuye un estupendo folleto, realizado por la Universidad de Cantabria, que explica todo lo necesario para conocer las causas, los efectos y la prevención ante el radón.

Pero mis amigos arquitectos siguen sin tener la información necesaria para comprender el alcance del problema y poder aplicar soluciones. Es muy importante que el factor del gas radón se incluya en el Código Técnico de la Construcción (CTE).

¡Pues en mi pueblo quieren poner un cementerio nuclear!

La radiactividad de un cementerio nuclear persiste por miles de años, pero nuestra tecnología actual no puede dar respuestas eficientes a tan largo plazo. Lo explica muy bien Joan Herrera en este artículo publicado el 1 de febrero en El País.

Un cementerio nuclear contiene un riesgo que puede no ser inmediato. Obviamente todas las instalaciones requeridas para el cuidado de estos residuos se encontrarán, estoy totalmente seguro de ello, en perfecto estado y cumpliendo con todas las garantías de seguridad desde el mismo momento de su puesta en funcionamiento. Previsiblemente también se encuentren en perfecto estado de conservación dentro de 50 años, aunque vaya usted a saber.

No obstante, teniendo en cuenta la vida media de los residuos nucleares a almacenar (y entendemos por vida media el tiempo que estos elementos tardan en reducir su actividad justo a la mitad), encontramos que en el caso del uranio 238, el periodo de semidesintegración que ocupa esa llamada vida media es de unos 4.500 millones de años. Una pasada.

Por lo que sabemos, las ciudades más antiguas de la Historia comenzaron a florecer hace unos 10.000 años aproximadamente (mucho antes que mi pueblo), por lo que ni con toda la historia de la civilización junta podríamos custodiar eficazmente tanta y tan buena herencia para nuestros descendientes.

Perdón, me corrijo: tal vez sólo tengamos que cuidar estos residuos hasta que los podamos enviar a la Luna.

No es un misterio, es salud geoambiental

“Llegará una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la luz cosas que hoy están ocultas. […] Llegará una época en la que nuestros descendientes se asombrarán de que ignoráramos cosas que para ellos son tan claras…”

Séneca, Cuestiones naturales,
Libro VII, siglo I

Así comenzaba Carl Sagan su obra Cosmos, que salió a la luz en 1980. En esa época yo tenía 15 años y quedé fascinado por las ideas, las personas y el universo que la serie mostraba. Desde entonces he sentido un gran placer en seguir buscando respuestas a las incógnitas que nos ofrece la vida.

La más fascinante de estas incógnitas la encontré en la naturaleza de las radiaciones y los campos electromagnéticos. Algo que aparentemente no podemos ver, oler o tocar, y que por nuestra experiencia cotidiana parecen no existir. Sin embargo se encuentran en el origen de todo lo que vemos, olemos y tocamos. De hecho la vida y la salud dependen del equilibrio natural de éstos.

Los ritmos y los niveles de los campos electromagnéticos generados por las antenas, aparatos e instalaciones eléctricas, o por la actividad física de elementos geológicos como corrientes de agua subterránea, fracturas y contactos del terreno, o por la radiactividad natural procedente de las rocas del subsuelo, interfieren directamente en el equilibrio de la salud de los seres vivos. La Salud Geoambiental estudia la actividad y las fuentes de las diferentes radiaciones y su influencia en la salud. Mi intención es compartir desde aquí mis reflexiones y conocimientos sobre esta nueva disciplina.

Estoy firmemente convencido de que todos podemos vivir en un lugar sano si sabemos identificarlo y aprendemos a construirlo.