La semana pasada, exactamente el lunes 17 de mayo, por fin se hicieron públicos los resultados del estudio Interphone, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Llevábamos años esperándolos y sabíamos que el retraso se debía a diferencias internas entre los investigadores y a contradicciones intrínsecas en los resultados del estudio, pero nunca llegamos a imaginar que estas disensiones eran tan grandes y, sobre todo, tan flagrantes.
Antes de seguir leyendo este artículo, quien quiera conocer de primera mano el documento original de Interphone y formarse su propia opinión, puede consultarlo aquí.
Como todo el mundo sabe a estas alturas, Interphone es el estudio más ambicioso llevado a cabo hasta el momento sobre los efectos de los teléfonos móviles en la salud. Interphone se ha desarrollado en 13 países durante 10 años, y se ha centrado concretamente en la relación entre el uso de este tipo de aparatos y la aparición de gliomas o meningiomas, dos tipos de tumores cerebrales. Lo que la mayoría de los periódicos españoles ha publicado sobre el informe es que “no es posible vincular los móviles con el cáncer”. Este tipo de titulares no sólo han eclipsado otros más exactos sino que, lo que es incluso más revelador, han levantado un auténtico clamor de protesta entre un amplio grupo de científicos del mundo entero.
Y es que no es de recibo, para empezar, que Interphone llegara siquiera a ponerse en marcha con los sesgos de metodología que contenía desde un principio; resulta incluso increíble que haya sido publicado por una revista científica tan prestigiosa como el International Journal of Epidemiology. Tal y como dice la Dra. Magda Havas en este artículo, “en el diseño metodológico del estudio hay tantos defectos que no debería haber sido aceptado para su publicación por una revista científica de revisión por pares”. ¿Cómo puede nadie considerar “usuario habitual” a una persona que sólo habla por el móvil menos de media hora al día (la media del estudio se estableció en cinco minutos al día)? ¿Cómo pueden sacarse conclusiones sobre la aparición de determinados tumores en un estudio de diez años, cuando es de sobra conocido que el cáncer puede tardar décadas en aflorar?
Otro dato, más sangrante si cabe: de los 19,5 millones de euros que ha costado este informe, 5,5 millones han sido aportados por la industria. Insisto: la cuarta parte de este estudio ha sido financiada por los fabricantes de teléfonos móviles, los más interesados en convencer a sus clientes de que los móviles no son malos para la salud. ¿De verdad era posible esperar un estudio objetivo?
Siguiendo con las contradicciones internas de Interphone, la investigación se basaba en el tiempo que los sujetos de estudio (unas 13.000 personas) recordaban haber usado el móvil. ¿Es eso un dato objetivo? Yo diría que el recuerdo de una persona es de lo más subjetivo que puede haber en este mundo; exactamente lo opuesto a un dato contrastado. Por cierto, los mencionados sujetos de estudio tenían entre 30 y 59 años de edad; no se incluyó a adolescentes, jóvenes ni adultos jóvenes que, como todos sabemos, son los que más usan los móviles. Tampoco se hace referencia a los usuarios de teléfonos inalámbricos DECT, que trabajan con frecuencias pulsantes similares a las de los móviles GSM. Probablemente muchos de los que se declaraban no usuarios de móvil utilizaban asiduamente teléfonos DECT en sus hogares, lo que añade un sesgo metodológico añadido a la investigación.
Pero es que no deberíamos hablar sólo de quienes usan los teléfonos móviles pocas (o aunque fueran muchas) horas al día. Igual que hay fumadores pasivos que sufren los humos ajenos, en este estudio no se ha contado con los millones de personas que están sometidas perpetuamente a las radiaciones de las antenas de telefonía móvil. Sí, son las mismas radiaciones que las de los móviles, pero las recibimos sin necesidad de ponernos el aparato en la oreja porque, como todos sabemos, hoy en día hay antenas en todas las azoteas y en los parajes más recónditos del planeta. La cobertura de telefonía móvil es prácticamente universal, mientras la salud geoambiental de nuestro entorno se reduce de forma proporcional.
Y siendo la cobertura universal, como digo, y estando tan extendido el uso de estos aparatos, nos encontramos con un problema básico insalvable a la hora de buscar conclusiones objetivas: no es posible investigar los efectos del móvil en la salud comparándolos con personas que no utilicen el móvil y que, por tanto, no estén sometidos a la influencia de estas radiaciones. Y eso es así porque es virtualmente imposible encontrar personas que no utilicen el móvil. Tan simple como esto.
En fin, hay muchos más errores de concepto en este estudio. No quiero desgranarlos todos por no alargarme más. Creo que lo dicho hasta ahora ya pone suficientemente en duda la fiabilidad de Interphone y, por extensión, la credibilidad de las recomendaciones de la OMS. Pero por si mis dudas no fueran suficientes, es necesario resaltar que varios autores del estudio han denunciado conflictos de interés, como ya adelanté antes. De hecho, el documento final del informe incluye la siguiente frase: “Sesgos y errores limitan la solidez de las conclusiones e imposibilitan una interpretación causal”. Sesgos; lo dicen los propios autores de Interphone. Sin embargo, sin ningún pudor la industria se ha apresurado a mostrar su satisfacción por los resultados y a resaltar, tendenciosamente, que no hay riesgos para la salud.
Antes de terminar este artículo, quiero citar un dato, extraído de los apéndices del informe y, por algún motivo (seguro que inocente), no incluidos en las conclusiones generales. En la tabla 2 del apéndice 1 se relaciona el lado de la cabeza en el que se usa el móvil con el lado en el que se desarrolla el tumor. Se ve una clara tendencia a desarrollar el tumor en el mismo lado de la cabeza en que se sitúa el móvil al hablar. Es importante porque es la única tabla en la que se aprecia incremento significativo del riesgo con el uso y porque no se ven casos en los que el riesgo disminuya (excepto un dato en toda la tabla), al contrario de lo que sucede con las otras tablas de resultados. Tanto el apéndice 1, ya citado, como el apéndice 2 contienen datos interesantes, pero por algún motivo no han sido incluidos en las conclusiones generales y han sido publicados por el International Journal of Epidemiology de forma separada al artículo principal.
Tras este análisis de Interphone, les hago una pregunta: ¿nos podemos quedar tranquilos dejando que nuestros hijos se pasen el día hablando con sus amigos por el móvil? Respóndanme dentro de diez años.