Un premio a la divulgación periodística

Éstas son unas Navidades muy especiales para la Fundación para la Salud Geoambiental, de la que como ya sabéis soy vicepresidente. Llevábamos meses trabajando en la convocatoria del I Premio de Periodismo Geoambiental, y por fin el galardón ve la luz. El ganador de esta primera edición ha sido Javier Gregori, periodista de la Cadena Ser, por el reportaje que realizó el pasado 14 de mayo de 2010.

No ha sido fácil fallar este premio porque han concurrido trabajos de gran calidad periodística y divulgativa. Además, las candidaturas presentadas son especialmente meritorias, dada la dificultad añadida que supone informar sobre la salud geoambiental. El problema de las radiaciones naturales y artificiales no es sencillo de explicar y siempre es una tentación, tanto para los periodistas como para nosotros, como fuente informativa, caer en la simplificación del problema, en un intento de hacerlo más comprensible para la gente.

Pero Javier Gregori, que tiene a sus espaldas una larga trayectoria en información científica, ha hecho sencilla esta tarea, planteando las preguntas apropiadas, con un talante inquisitivo y abierto e interesándose por cuestiones tan relevantes para nuestro bienestar como desconocidas aún por la opinión pública. El resultado de su rigor y profesionalidad es no sólo el reportaje premiado, sino otros muchos trabajos (aquí otro ejemplo, éste en versión vídeo) que convierten la labor periodística de Gregori en un auténtico activo para ir concienciando a la población sobre la necesidad de protegerse de las radiaciones del entorno y de poner en marcha determinadas medidas de protección geoambiental.

En la Fundación para la Salud Geoambiental estamos muy satisfechos por el éxito de convocatoria que ha tenido este Premio de Periodismo Geoambiental entre los profesionales de la información. Como os digo, ha sido muy difícil elegir al ganador y sólo esperamos que en próximas convocatorias siga siendo igual de difícil. Eso significará que los reportajes publicados merecen la pena y que la opinión pública estará cada vez más y mejor informada sobre los efectos de las radiaciones en nuestra salud.

Desde aquí, mis más cordiales felicitaciones a Javier Gregori y a la Cadena Ser, y felices fiestas a todos vosotros.

Las biocamas, otras que quitan el sueño

Al principio parecía tratarse de una emisión de campo eléctrico convencional producida por la instalación eléctrica del piso donde estaba trabajando. En la pared donde se apoyaba el cabecero de la cama en el dormitorio principal había valores de entre 150 y 180 voltios por metro (V/m), pero al medir sobre la cama aparecieron valores más elevados a pesar de alejar el medidor de la pared (donde debían estar los cables que aparentemente producían el campo). En la zona de los pies en la cama se llegaban a medir hasta 570 voltios por metro (V/m). Lo primero que pensé es que se trataba de una cama eléctrica articulada, miré debajo de la cama en busca de cables y motores, pero para mi sorpresa, lo que encontré fue una maceta de barro con arena y un cable terminado en una bola de bronce que conectaba la cama con el tiesto.

El cliente me comentó que la cama estaba diseñada especialmente para eliminar los efectos producidos por el electro smog y las influencias geopatógenas del terreno, y que necesitaba la maceta con arena para descargar a tierra los efectos nocivos del ambiente. «Por prescripción del fabricante».

Bien, para ver a qué estaba conectado el cable que salía de la maceta, comenzamos a quitarle la ropa a la cama hasta llegar a unas láminas tapizadas sujetas al colchón. El material tenía que ser muy buen conductor y la maceta no podía disipar más que un tapón de corcho, porque el campo eléctrico sobre las láminas tapizadas sin sábanas y sin edredón no bajaba de los 2.000 voltios por metro (V/m).

Al desconectar la instalación eléctrica de la vivienda el campo desaparecía, 0 voltios por metro (V/m). Se desmontaron las láminas, se volvió a conectar la instalación y el campo eléctrico que aparecía en la cama no superaba los 150 voltios por metro (V/m) cerca de la cabecera (el campo que producían los cables de la instalación eléctrica en la pared). Indudablemente la cama no funcionaba como mitigador sino más bien como amplificador de alguno de los riesgos que pretendía corregir.

Cada día lo tengo más claro, las camas sin chismes, sin cables, sin estructuras metálicas, hechas de materiales naturales, no suelen dar problemas. Y el campo o radiación que menos nos afecta, es aquel al que no nos exponemos. En cuanto a los sistemas de protección y apantallado, siempre deberían ser verificados por un experto que pueda comprobar su correcto funcionamiento una vez instalados.

¿Habéis tenido alguna experiencia similar con este tipo de camas?

Geosanix en el Telediario de La 1

Los campos electromagnéticos pueden provocar efectos muy diversos en nuestra salud, desde un simple problema para descansar bien hasta enfermedades más graves. Este fenómeno está siendo investigado por científicos en todo el mundo y, aunque queda mucho por avanzar, tenemos suficientes evidencias en la mano como para saber que urge hacer algo al respecto. La literatura científica sobre los efectos de los campos electromagnéticos en la salud es ya suficientemente exhaustiva como para seguir negando la evidencia. Cualquiera que quiera leer más sobre estos asuntos y sobre salud geoambiental puede encontrar cientos de estudios que documentan enfermedades y síntomas concretos y los relacionan con determinados factores de riesgo.

Afortunadamente, la sociedad poco a poco se va concienciando sobre el problema de la contaminación electromagnética. Como muestra, un botón: el telediario de La 1 emitió ayer sábado 11/12/2010 una noticia sobre las radiaciones artificiales (móviles, inalámbricos, redes wifi), cómo pueden afectarnos y cómo podemos evitar estos riesgos.

Lógicamente, los dos minutos de tiempo que se dedican a la noticia no dan más que para enunciar la situación, sin profundizar en los distintos aspectos del problema. En televisión, además, hay que explicar las cosas de forma que todo el mundo las entienda, y en tiempo récord. Todo un reto para un problema tan complicado como éste.

Sin embargo, hay mucha más tela que cortar aquí. Una de las principales referencias en esta materia es el informe Bioinitiative, una revisión de 1.500 estudios científicos realizada por 26 expertos internacionales en la materia detallando el impacto de las radiaciones artificiales en nuestra salud. Es difícil creer que haya tanta documentación al respecto y que determinados círculos sigan negando la evidencia.

El propio Parlamento Europeo reconoce que la exposición a campos electromagnéticos ha crecido exponencialmente en los últimos tiempos y que los dispositivos inalámbricos «pueden producir efectos adversos para la salud humana», y recomienda más investigaciones y medidas concretas para proteger la salud de los ciudadanos.

Y en tiempos más recientes se ha publicado el estudio Interphone, referente a la relación entre teléfonos móviles y determinados tipos de cáncer, del cual podéis encontrar cumplida cuenta en este otro artículo de mi blog. Para resumir, os diré que dicho estudio, auspiciado por la OMS, adolecía de tales errores metodológicos que no pudo arrojar conclusiones definitivas sobre los efectos de los teléfonos móviles en la salud; y que, pese a dicho sesgo metodológico, aun así había datos suficientemente preocupantes como para que la propia directora del estudio, la Dra. Elisabeth Cardis, recomendara utilizar los móviles con precaución y limitar su uso por menores de edad.

Nunca dejaré de preguntarme: ¿por qué tantas personas dudan públicamente de la existencia de este problema pero no se molestan en leer los cientos, miles de informes científicos que existen sobre este tema? Probablemente porque es más fácil acusar que trabajar para resolver un problema. Y las acusaciones siempre tienen su público. En Geosanix, sin embargo, esto no nos preocupa: nos basta con el agradecimiento de las personas a las que ayudamos a recuperar su salud.

Podemos construir un futuro

MERCADO

Los días 25, 26 y 27 de este mes de noviembre he participado como asistente en el congreso SOS’10 sobre bioconstrucción organizado por el Institut Tecnològic de Lleida junto con el Institut für Baubiologie + Ökologie de Alemania, con la colaboración de la Universitat de Lleida, y en el que se ha presentado la unión de empresas SANNAS (en el que participa Geosanix) de manos del arquitecto Iñaki Alonso.

Durante estos días hemos presenciado una realidad cimentada en cuarenta años del esfuerzo de un reducido grupo de pioneros que se atrevieron a soñar con un mundo mejor, en el que el ser humano podía construir (literalmente) sin destruir el mundo que habitamos y que somos.

Todo lo que podemos imaginar ya es una realidad, ya se ha construido, y se está construyendo. Casas y edificios que cuidan a las personas y al medio ambiente, que cambian nuestros hábitos y relaciones ambientales e interpersonales mejorando la calidad de las mismas, barrios que cuidan la naturaleza en la que se integran con una sensibilidad y humanidad muy elevadas, como el ecobarrio de 24 hectáreas, EVA Lanxmeer, en Culemborg, Holanda.

Hemos podido ver muchas realidades, porque ya son realidades, en las que viven, estudian o trabajan miles de personas en distintas partes del mundo. Edificios y urbanismos que generan gran parte o la totalidad de la energía que consumen, creando ambientes libres de contaminantes físicos y químicos, contaminación electromagnética artificial, o alteraciones del campo geofísico (áreas geopatógenas). Edificios, urbanismos y paisajes que dignifican y ennoblecen a sus habitantes en lugares realmente saludables, en el amplio sentido de la palabra.

También hemos revisado las características (bien conocidas actualmente) que intervienen en lo que se ha dado a conocer como el síndrome del edificio enfermo, y se han observado los modelos convencionales de edificación y urbanismo en los que vivimos actualmente, con sus características exageradamente infladas en los últimos años por efecto de la atomizada burbuja inmobiliaria. El contraste era casi doloroso, tan separado de la naturaleza, tan inconsciente, tan egoísta, tan racional, que más bien ralla lo irracional. El resultado, edificios enfermos en ciudades enfermas.

Por suerte ya hay bastantes cabezas y manos, tanto fuera de nuestras fronteras como en nuestro país como para comenzar a cambiar el modelo actual, que se ha quedado estancado y sin futuro, ya sabemos que no funciona, que los recursos son limitados, y que si no cambiamos el sistema de desarrollo actual, el futuro no parece exento de un colapso económico, social y ecológico.

Para tener esperanzas tenemos que empezar a construir nuestros sueños. ¿Y vosotros, con qué futuro soñais?