De Fukushima a Lisboa, recordar para el futuro

mapa de Fukushima a Lisboa

En los últimos meses estamos asistiendo a un importante debate generado por la crisis económica mundial y los efectos del consumo de combustibles fósiles sobre el calentamiento global. Se discute sobre la conveniencia de dar continuidad a las centrales nucleares que ya estaban a punto de cumplir su vida útil, y también sobre la creación de nuevas centrales nucleares. Utilizan argumentos como que la nuclear es una energía limpia, que nuestras centrales son completamente seguras, que cumplen con todos los compromisos de seguridad desarrollados por equipos de expertos de gran prestigio internacional, que las energías renovables no son todavía lo suficientemente eficaces para abastecer la demanda de energía actual, etc.

Para aclararnos las dudas sobre la necesidad de mantener al alza esta clase de energía, hemos tenido que sufrir el ya declarado accidente nuclear de Fukushima, del que solo nos queda saber si la escala del desastre se quedará en el 6 de la escala de desastres nucleares o llegará a 7 como en Chernobyl. Y por supuesto, contar los factores de vida perdidos en la catástrofe, cultivos, fauna, naturaleza, hogares, escuelas…

He leído en el periódico que algunas de las aguas de consumo de la ciudad de Tokio tienen niveles elevados de radiactividad, y que las autoridades recomendaban no dar de beber a los niños agua del grifo. El agua del grifo parece que no vale nada porque siempre está ahí, pero ¿y si ya no hubiese agua del grifo? A pesar de todo esto, políticos, tertulianos, técnicos y demás expertos en cuidar de nosotros nos acosan con pensamientos como: “claro, en Japón ya se sabía que podía ocurrir una cosa como ésta, porque Japón se encuentra entre 4 placas tectónicas, con la de terremotos que se producen en Japón. Claro, las autoridades y expertos ya sabían, por eso las normas de seguridad en Fukushima eran extremas, para soportar un desastre de magnitudes jamás previstas”.

Y claro, en nuestro seguro, tranquilo, y pacifico mundo nunca pasan estas cosas, que los terremotos y tsunamis, como los volcanes, solo existen en mundos exóticos y lejanos, que en nuestra vieja y calmada Europa todo es y ha sido siempre estabilidad y seguridad. Cerca de casa no hay cataclismos de esos malos que nos puedan hacer pupa, ni conflictos o revueltas sociales como las que ocurren en los países donde hay guerras y desigualdades sociales extremas.

No hay que viajar a otros países para ver catástrofes exóticas, solo hay que hacer memoria y recordar nuestra historia más reciente, donde no faltan ejemplos de conflictos sociales, guerras y cataclismos naturales, y por su similitud con el terremoto de Fukushima podríamos recordar el terremoto de Lisboa ocurrido hace 256 años y que no tuvo nada que envidiar a su hermano japonés. A excepción de la presencia de un reactor nuclear en la zona, hubo hasta tsunami cruzando el Atlántico y arrasando las costas portuguesas y marroquíes, más los edificios caídos o dañados durante este sismo en gran parte de Portugal y España. Hoy en día hay dos centrales nucleares cerca de lo que fue el epicentro, Almaraz I, y Almaraz II, situadas en la provincia de Cáceres.

De todos modos, viendo la magnitud de un desastre como el de Fukushima o Chernobyl, a los que no les afectan las fronteras y al parecer tampoco el tiempo, seguro que ya hay bastantes reactores nucleares repartidos por nuestro planeta como para que de vez en cuando no tengamos un susto atómico producido por algún acontecimiento extraordinario e inesperado.

Y ya que parece que lo hemos visto todo y que además nos acordamos de ello, que podemos estar preparados ante cualquier cambio inesperado de la vida, que todo está bajo control, que no hay nada que pueda escapar de nuestros sistemas y protocolos de seguridad, ¿nos animamos a vivir tranquilos cerca de una central nuclear? ¿o estaremos más seguros en el país de al lado?

Cartas desde Fukushima

Esta mañana he conseguido hablar con mis amigos que viven en Japón, todos están bien. Alguno se encontraba en España en el momento del terremoto. Por suerte las ciudades de Nagoya y Kioto, donde residen, no han sufrido las devastadoras consecuencias del terremoto del pasado viernes.

La verdad es que las imágenes de la ola provocada por el tsunami devorando tierras, edificios y personas son estremecedoras, te hacen sentir impotente ante la magnitud de los hechos. La primera vez que vi la ola en televisión no era capaz de reconocer lo que estaba viendo, por lo insólito del acontecimiento. Los datos de las noticias aparecidas en los medios de información causan tal impacto que resultan casi incomprensibles. Y si no hay bastante con el suceso, ahora nos encontramos con la crisis nuclear de la central de Fukoshima como consecuencia del desastre natural.

Solo hace diez días que nos preguntábamos en este blog sobre la herencia nuclear de las bombas de Palomares y si realmente todo estaba tan controlado y era tan seguro como las autoridades nos querían dar a entender. Como tristemente hemos observado, ni podemos prever la trascendencia de los acontecimientos futuros, ni las autoridades lo tienen todo tan controlado como nos quieren dar a entender.  Es más, no tienen ni idea del alcance que puede llegar a tener un desastre como el de Fukushima a pesar de tener ejemplos como el de los anteriores accidentes nucleares ocurridos , o las pruebas nucleares ensayadas en lugares del planeta que solo ellos conocen. No tienen ni idea, porque a día de hoy todavía continúan haciendo estragos en “la vida” las radiaciones presentes en esos parajes prohibidos. Estragos que nos encontramos solo con el paso del tiempo, según se van manifestando. Bueno, más bien los vamos conociendo a toro pasado, cuando ya no tienen reparos en contárnoslos.

Quiero tener la esperanza de que no esté naciendo otro monstruo nuclear que tengamos que mantener encerrado en una jaula de hormigón y plomo hasta el día del juicio final. (como en Chernobyl). Ojala que no, ojala que de verdad las autoridades lo tengan todo tan controlado como nos quieren dar a entender, y que no ocurra nada más de lo que está ocurriendo en estos momentos en Japón (que de por sí ya es indescriptible). Ojalá que el incidente nuclear de Fukushima solo quede reflejado en la historia como una advertencia, un aviso más de que podemos perder el control sobre nuestras creaciones, simplemente porque somos humanos, o porque la naturaleza cuenta con fuerzas de dimensiones infinitas que nos superan. Que esto solo sea una oportunidad para ser más conscientes de las consecuencias de nuestros actos y decisiones.

¿Realmente merece la pena mantener las centrales nucleares hasta que tarde o temprano ocurra otra desgracia peor? ¿Otra más?

Os dejo estas imágenes de Chernobyl para que podamos hacer nuestra reflexión y decidir cómo y con qué queremos construir nuestro futuro. Y hablo de construir, no de destruir.

http://www.foro-cualquiera.com/imagenes-avatars/114500-imagenes-chernobyl-hoy-dia.html

Feria Biocultura Valencia 2011

La semana pasada, desde Geosanix, participamos en la Feria de Biocultura de Valencia con un stand. En él proporcionábamos información detallada sobre las distintas fuentes de emisión de radiaciones, los posibles riesgos en nuestra salud y las medidas que podemos tomar cada uno de nosotros para evitarlos.

Instalamos el stand en un espacio libre de radiaciones con cortinas apantallantes. Estas cortinas son confeccionadas con algodón y microhilos metálicos, de manera que reduce en un 90% los campos electromagnéticos de alta frecuencia. En el stand hicimos demostraciones sobre cómo se detectan y miden las radiaciones con aparatos específicos y, además, explicamos las posibles soluciones y medidas que hay que tomar para disminuir las emisiones.

En definitiva, nos lo pasamos genial. Fueron dos días muy intensos y estuvimos en contacto con muchas personas interesadas en conocernos y saber un poco más sobre la salud geoambiental y la contaminación electromagnética.

Y vosotros, ¿estuvísteis allí? ¿Qué os pareció la Feria?

De Madrid a Valencia a 50 Hz (hertzios)

Ya estamos de vuelta en Madrid. Este fin de semana Geosanix y la Fundación para la Salud Geoambiental han participado en la feria de Biocultura en Valencia, y yo he estado con ellos. Teníamos dos stands y cuatro conferencias para informar al público valenciano sobre los campos de interés de la salud geoambiental. Y la verdad, ha sido un éxito.

El viaje lo hemos realizado en el AVE, con el nuevo recorrido a Valencia recientemente inaugurado. Tengo que decir que el equipo de Geosanix siempre viaja con los instrumentos de medida de campos electromagnéticos en las maletas, con lo cual no pudimos resistirnos a la oportunidad de medir los campos producidos por la línea del AVE.  Sabemos que ésta funciona con corriente alterna en una frecuencia de 50 Hz, como la electricidad que usamos en la industria y en nuestros hogares. El resto de la red ferroviaria del estado español utiliza corriente continua para mover sus trenes.

Pocas sorpresas nos llevamos: las mediciones desvelaron que había campo, y que los valores se encontraban elevados o muy elevados. Sin bajar de los 180 nT (nanoteslas), la media de exposición durante todo el viaje fue de unos 500 nT, aunque se producían picos mucho más altos, especialmente al cruzarnos con otros trenes que circulaban en sentido opuesto.

CEM en el AVE

Personalmente, no creo que una exposición a estos campos de 4 a 8 horas semanales pueda interferir en nuestra salud (en el caso de una persona que viaja de una a dos veces por semana en tren de alta velocidad). Pero ¿qué pasa con los maquinistas y con el personal de a bordo que viajan todos los días?

En principio deberían estar tranquilos, porque los niveles legales establecidos como seguros en el real decreto 1066 del 2001 durante una exposición continuada laboral es de hasta 500.000 nT para el personal de a bordo (que está trabajando), y de 100.000 nT para los viajeros que, como no están trabajando, se considera que su exposición es para público en general.

Claro que si nos basamos en los niveles recomendados por equipos científicos independientes, como el BioInitiative Report del 2007, sabemos que se recomienda no superar los 100 nT en exposiciones continuadas, por los resultados obtenidos en los 1.500 estudios científicos recogidos en este informe.

En la vida laboral de una persona, ¿cuántos profesionales están expuestos a la influencia de campos electromagnéticos sin saberlo? Y si lo saben, ¿conocen la legislación que les protege? ¿Conocen las recomendaciones científicas independientes (posteriores a la normativa de protección) que advierten de la necesidad de valores más restrictivos en aplicar el principio de precaución?

Sería conveniente mantener a todo el mundo informado. Luego, que cada cual elija, ¿no?

“¡Tranquilos, no hay ningún riesgo! Y además, el agua está muy buena”

Esto fue los que nos contaron en aquel entonces, como autoridades responsables de nuestra salud, el ministro de Información y Turismo don Manuel Fraga y el embajador de los Estados Unidos, cuando se bañaron juntos en las playas almerienses de Palomares. Y ¿por qué? Para demostrarnos que no existía ningún riesgo por la presencia en el agua de unos pocos kilogramos de plutonio, uranio y americio contenido en las bombas atómicas caídas por accidente en nuestras costas.

Cuarenta y cinco años después, como ha ocurrido con tantas mentiras gordas de la historia, descubrimos que el animalito ni era tan manso ni era pequeñito. En realidad, se trataba de un monstruo atómico tipo Godzilla capaz de arrasar con 50.000 m3 de terreno de un solo mordisco, dejando la parcela inservible hasta para la recalificación urbanística más salvaje. Ojo, lo de recalificar no es broma, que se ha intentado.

Tengo que reconocer que durante años llegué a creer que las bombas de Palomares no habían sido más que un episodio anecdótico de aquella España de los sesenta en la que me tocó nacer, que el daño estaba realmente controlado y que no había riesgos, como nos habían contado las autoridades en su momento. Pero ha resultado que el hecho no ha sido tan pintoresco, y nos viene a recordar que constantemente jugamos con fuego sin querer aceptarlo. Y además, negamos lo evidente: que es peligroso y no siempre sale como las autoridades nos aseguran que saldrá. Nos dicen que no hay peligro con las centrales nucleares actuales que pretendemos mantener en funcionamiento mas allá de la fecha acordada inicialmente para su cierre. Y tendremos que custodiar el sarcófago de hormigón de Chernóbil durante ¿cuánto? ¿25.000 años?

¿Y qué pasa con las radiaciones de las antenas base de telefonía móvil, y con los usuarios de teléfonos móviles, wifi o teléfonos inalámbricos DECT? ¿Y con los campos de las líneas de transporte eléctrico y transformadores urbanos? ¿Qué noticias nos darán dentro de 20 o 45 años?

¿Estás dispuesto a aceptar que las autoridades sanitarias y políticas realmente tienen toda la información y control? ¿Crees que saben garantizar nuestra salud y seguridad ante energías que ni los científicos más punteros llegan a comprender por completo? Y lo más importante, ¿crees que pueden protegernos de los intrincados mecanismos que interactúan entre esas energías y nosotros?

El radar de Tarifa

Seguimos con el banco de pruebas en Geosanix para someter a examen diversas fuentes de radiaciones.  En esta ocasión, medimos el radar de Tarifa y comprobamos los µW/cm2 (microvatios por centímetro cuadrado) que aumentan cada vez que llega un barrido del radar. Los resultados se ven claros: se alcanzan picos muy elevados.

Y ahí es donde surgen las preguntas. ¿Nos dicen a qué frecuencia emiten? ¿Están cumpliendo la ley?