Áreas geopatógenas, los NO lugares.

Durante una conversación con mi buen amigo Iñaki Alonso, hablando sobre bioconstrucción y la importancia de la geobiología en este campo, surgió entre otros tantos temas el concerniente al carácter de los lugares donde hacemos la vida. Iñaki es arquitecto, y sus experiencias y observaciones en el ejercicio de su profesión le han mostrado lo que él llama lugares, y no lugares.

En los espacios a los que Iñaki se refiere como lugares, podemos expresarnos tal y como somos. Un lugar es armonía y salud, y se encuentra en relación íntima con nosotros, tan estrecha y armónica que no nos damos cuenta de lo relevante que es en nuestras vidas. El lugar, como todo en la vida, en muchos casos sólo se muestra cuando falta. Entonces nos enfrentamos a su opuesto, el no lugar.

El no lugar es un espacio sin raíces, donde sufrimos la desconexión con las fuerzas que crean la vida. Por esta causa podemos incluso enfermar. En el no lugar surge el dolor y la ausencia de belleza, y es ahí donde nos hacemos conscientes de la importancia que tiene el lugar para expresarnos en la vida, para poder ser.

Carlos Castaneda, en su libro “Sobre las enseñanzas de Don Juan”, escribe unas interesantes referencias al lugar similares a las observaciones de Iñaki. En ellas se identifica al lugar como el sitio:

“Lo adecuado era hallar un sitio en el suelo en donde pudiera sentarme sin fatiga”

“Un sitio significa un lugar donde uno podía sentirse feliz y fuerte de manera natural”

“El bueno se llama “el sitio” y el malo “el enemigo”. Estos dos lugares son las claves del bienestar de un hombre”

En geobiología, a los no lugares los denominamos áreas o zonas geopatógenas, del griego geos (Tierra) + patógenos (que produce enfermedad). Y las enfermedades producidas por exposición a la actividad geofísica de un área geopatógena se conocen como geopatías, de geos (Tierra) + pathos (enfermedad). Los no lugares son áreas geopatógenas, y consecuentemente influyen negativamente en la salud de las personas que pasan su vida en contacto con estos espacios.

Pero, ¿qué hace que un lugar sea geopatógeno y se convierta en un no lugar? Pues bien, las áreas geopatógenas surgen de las distorsiones en las fuerzas físicas que nos envuelven, nos animan y nos dan forman, y que en los lugares son las responsables de los primeros planos físicos de la existencia. Las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales (interacción nuclear fuerte, interacción nuclear débil, interacción electromagnética e interacción gravitatoria) son la matriz de la vida, dan forma y movimiento a todo lo que existe y a lo que no.

Cuando una o varias de estas cuatro fuerzas o interacciones se encuentran interferidas, se producen grandes variaciones en sus intensidades y ritmos, se distorsiona el campo del lugar, y es cuando surge el no lugar o área geopatógena. Estas interferencias normalmente son producidas por la interacción geofísica de elementos geológicos o constructivos, que imprimen una influencia directa sobre el carácter del lugar, y consecuentemente sobre sus habitantes.

Los primeros, los elementos geológicos, son de origen natural, se encuentran en la corteza terrestre y se producen por la actividad geofísica de corrientes y flujos de agua subterránea, fracturas, oquedades, o cambios en la composición mineral de los terrenos, entre otros. Estos cambios geológicos pueden crear interferencias locales en las constantes geofísicas de un terreno. Siempre han estado ahí, y han distorsionado el carácter del lugar desde que la Tierra existe.

Todas las tradiciones del mundo recogen la existencia de estos lugares. Los seres humanos siempre han sabido identificar la diferencia en el carácter de los lugares. En la actualidad y en nuestro modelo social parece que lo hemos olvidado, pero en mi experiencia del día a día vengo observando que no es así. Casi todo el mundo ha tenido experiencias de rechazo o atracción subconsciente al enfrentar un lugar.

Los segundos, los elementos constructivos, los introducimos nosotros mismos en el medio con las estructuras ferromagnéticas utilizadas en la edificación, construimos casas de hierro que cambian las fuerzas dentro del propio edificio. Son sistemas constructivos que no han existido en cientos de miles de años de historia del hábitat humano. En algunas edificaciones, construidas hace menos de dos décadas, encontramos tanta estructura metálica que nos resulta imposible orientar una brújula. Lugares con múltiples nortes, variaciones de campo de decenas de miles de nanoteslas, y cambios en la polaridad del campo geomagnético. Personas que duermen con la cabeza al oeste, el cuerpo al sur, y los pies al norte. ¿Cómo podemos encontrar nuestra verdadera forma en un mundo retorcido?

Somos hijos de la Tierra y un reflejo directo del lugar donde hemos sido concebidos y gestados. Nuestros propios campos biofísicos están directamente influidos y moldeados por el lugar en el que hemos crecido y en el que vivimos.

Quizá tú también tienes alguna experiencia de lugar o de no lugar. ¿Nos la cuentas? Comparando nuestras vivencias y debatiendo sobre ellas, seguramente podamos aprender un poco más del entorno en el que vivimos.

Geobiología y bioconstrucción, la elección del lugar


Los materiales, las instalaciones, los sistemas energéticos, el diseño bioclimático, la gestión del agua y de los residuos… Como si de un organismo vivo se tratase, son realmente importantes en la integridad bioconstructiva de un edificio, y no sólo por la calidad de vida y la salud de las personas que lo habitarán, sino también por la salud de todo el planeta.

Y si estamos hablando realmente de bioconstrucción, no deberíamos olvidar jamás el primer paso fundamental, la elección del lugar. Todas las tradiciones del mundo han contemplado este aspecto desde tiempos tan arcaicos que seguro se remontan a antes de existir como Homo sapiens. Se trata, sencillamente, de encontrar nuestro lugar en el mundo y, por lo que sabemos, es algo que hacemos todos los organismos del planeta.

Antes de ubicar un asentamiento humano (tienda, choza o casa) es de vital importancia conocer la tipología bioenergética del área donde se va a realizar el asentamiento. Se trata de un factor que va a influir directamente en la calidad del descanso y en la salud de las personas que habitarán en ese lugar del mundo.

¿Y cómo es nuestro lugar en el mundo?

Conocer la naturaleza geobiológica del terreno disponible nos permite elegir el mejor lugar para emplazar la futura edificación. O en el caso de no tener muchas posibilidades de movilidad del emplazamiento, al menos tener la información suficiente como para diseñar adecuadamente la ubicación de los diferentes espacios dentro del edificio, destinando las áreas más saludables para los dormitorios, sancta sanctorum de la salud en cuanto al lugar donde hacemos la vida. Y en un segundo plano, pero sin restarle importancia, los lugares de larga permanencia, como en el caso de los espacios de trabajo, sobre todo los que no permiten mucha movilidad, por ejemplo, un despacho en el que pasaremos largas jornadas de trabajo de forma habitual.

En geobiología, los lugares que influyen negativamente en la salud se denominan áreas o zonas geopatógenas, del griego geos (Tierra) + patógenos (que produce enfermedad). Y las enfermedades producidas por exposición a la actividad geofísica de un área geopatógena se conocen como geopatías, de geos (Tierra) + pathos (enfermedad).

En próximas entradas de este blog describiremos la naturaleza geofísica de la Tierra, que puede hacer que un lugar sea sano o geopatógeno.