Salud geoambiental 6 casos de éxito

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El ejercicio de la actividad profesional de un analista en salud geoambiental implica la identificación de los factores de riesgo geoambiental presentes en el interior de los edificios, y también el diseño de las medidas correctoras precisas para evitar la exposición de las personas afectadas. Se trata de una labor compleja en la que intervienen disciplinas dispares y multitud de factores ambientales que pueden llegar a tener una influencia patógena: contaminación electromagnética, geobiología, calidad del aire, comportamiento físico y químico de los materiales empleados en la edificación, etc. Estos factores son más habituales de lo que creemos, en nuestro entorno existen elementos que desconocemos y que pueden producir dolencias de carácter crónico.

Normalmente, y en el mejor de los casos, enfrentamos los problemas de salud mediante un tratamiento médico continuado con objeto de controlar la evolución y los síntomas de la enfermedad, mejoramos el estado de salud de la persona, o reducimos los síntomas, pero el enfermo resulta dependiente del tratamiento de por vida. Ahora bien, ¿y si somos capaces de identificar y hacer desaparecer la causa ambiental de la enfermedad de igual manera que cuando se identifica y se elimina un agente patógeno infeccioso mediante un antibiótico? Para poder comprender mejor qué es lo que se puede llegar a conseguir mediante el conocimiento profundo del lugar en el que vivimos me gustaría ilustrar este asunto que nos ocupa con seis historias en las que hemos participado desde la Fundación para la Salud Geoambiental y de las que nos sentimos muy agradecidos, seis casos de éxito en el tratamiento de la salud de unas personas que encontraron una solución satisfactoria a sus problemas de salud con una acción tan sencilla como cambiar algunos aspectos de su entorno.

6 CASOS DE ÉXITO

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Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº 3

MAGNETOSTÁTICA Investigación Espacial y Geobiología

rat

La ausencia del campo magnético de la Tierra puede provocar que los astronautas desarrollen trastornos mentales durante los vuelos espaciales lejanos a la Tierra, como en el caso de futuras expediciones a Marte, esto es lo que nos dicen científicos rusos del Instituto de Investigación de Biología y Biofísica de la Universidad estatal de Tomsk, y del Instituto para Problemas Biomédicos de la Academia de Ciencias de Rusia, como conclusión a los experimentos que han realizado para estudiar lo que sucede cuando se carece del campo magnético terrestre, o éste es débil.

Los experimentos, realizados con ratas, mostraron que los animales perdieron habilidades sociales, tenían problemas con la memoria y experimentaron cambios en sus órganos internos.

Natalya Krivova, directora del Instituto de Biología y Biofísica, y Kirill Trukhanov, investigador en jefe del Instituto para Problemas Biomédicos, explican que el campo magnético terrestre influye en todos los organismos vivos del planeta.

Para el estudio, los científicos construyeron un espacio donde el campo magnético terrestre fue reducido a una milésima de su fuerza, donde vivieron 12 ratas durante un periodo de 25 días.

En sus primeras observaciones, los científicos notaron una agresión creciente entre las ratas,  éstas establecen su jerarquía dentro del grupo a través de luchas, sin embargo “al quedar privadas del campo magnético terrestre olvidaron cómo hacerlo y perdieron sus habilidades sociales”.

También observaron fallos de memoria en los roedores, olvidaban su entorno habitual, los ratones comenzaban a examinar el ambiente de nueva cuenta como si nunca hubiesen estado allí antes.

La intensidad del campo magnético de la Tierra es cientos de veces más fuerte que los de Marte o Mercurio, protege a todas las criaturas vivas en la superficie del planeta del viento solar y del flujo de partículas procedentes del Sol, y por lo que además se desprende del estudio, también es necesario para el buen funcionamiento de nuestros procesos biológicos y cognitivos.

Las naves espaciales en órbita a la Tierra viajan a altitudes relativamente bajas, donde el campo geomagnético se encuentra reducido aproximadamente un 20 por ciento respecto a la superficie de la Tierra, pero los astronautas en expediciones interplanetarias tendrían que vivir con la ausencia de campo magnético terrestre durante periodos muy largos de meses o años.

Y no solo en el espacio podemos encontrar un descenso de la densidad del flujo del campo magnético terrestre, las estructuras ferromagnéticas utilizadas en la edificación (vigas, pilares, mallazos) generan interferencias en el campo geomagnético, pudiendo aumentar o disminuir drásticamente su intensidad con variaciones de decenas de miles de nT (nanoteslas) sobre la constante del lugar, constante que en nuestro país se encuentra entre los 32.000 y los 35.000 nT aproximadamente a nivel de la superficie terrestre. También pueden crear  anomalías como la inversión de la polaridad del campo, e incluso reducir su densidad de flujo a cero nT, lo que implica la ausencia de actividad del campo geomagnético en ése lugar del mundo. Estos acontecimientos se puede observar con un simple geomagnetómetro de mano.

casas de hierro

En el transcurso de nuestro trabajo encontramos personas que descansan con sus cuerpos expuestos a variaciones geomagnéticas de este tipo, personas que duermen con una parte importante de su cuerpo en ausencia de la densidad suficiente del campo magnético terrestre, y al mismo tiempo pueden tener la cabeza o cualquier otra parte del cuerpo orientados magnéticamente al oeste, al sur, al norte, … En esos casos encontramos que después de un tiempo conviviendo con estas características del campo geomagnético comienzan a sufrir diferentes trastornos que se parecen demasiado a los descritos en las ratas expuestas a campo cero, o muy débil, del experimento realizado por los científicos del Instituto de investigación Biología y Biofísica de la Universidad estatal Tomsk (Rusia), y el Instituto para problemas Biomédicos de la Academia de Ciencias de Rusia.

En todos los casos ha bastado con cambiar la ubicación de las camas de estas personas para encontrar una rápida y progresiva mejoría en su estado mental y físico, recobrando la normalidad en sus vidas sin necesidad de otras terapias.

El campo geomagnético es como un nutriente más en nuestras necesidades bioenergéticas diarias, como lo son  el aire, el agua, o la comida. Sin campo geomagnético parece que no hay actividad bioeléctrica suficiente para mantener nuestro soporte vital y cognitivo en plena forma.

¿No hay nada?

Los sonidos y las luces de lo invisible nos sorprenden, encontramos un lleno intangible donde parece que no hay nada, billones de bits de información ocupan el espacio en longitudes de onda que no podemos ver, tocar, oler, saborear… O escuchar a través de nuestros cinco sentidos.

El ser humano tiene muchas capacidades, y entre ellas la posibilidad de generar informaciones invisibles e intangibles en su propio provecho. Lenguas extrañas a nuestro modo natural de comunicarnos, pero comunes para una multitud de aparatos que se interrelacionan a través de un vacío aparentemente inexpresivo.

Telefonía móvil, televisión, internet…Informaciones invisibles, silenciosas, como los discretos sirvientes que transitaron por los laberínticos pasillos ocultos de un antiguo palacio. De la misma manera se dejan ver y oír a través de auriculares, altavoces, luces y pantallas que transforman la información que habita el vacio en lenguajes comprensibles a nuestros sentidos.

Nos hemos acostumbrado tan rápidamente a los aparatos que nos conectan y trabajan por nosotros que ya no nos sorprenden sus capacidades y nos olvidamos de los caminos paralelos que recorren para sernos útiles.

Hoy no vamos a hablar de campos electromagnéticos y salud, hoy vamos a observar el vacio lleno de infinitos bits de información de un modo original. Escuchemos y veamos sus manifestaciones cuando interceptan un aparato diseñado para transformarlos en luz y sonido.

En este vídeo, podréis escuchar los sonidos de ondas electromagnéticas de baja frecuencia recogidos por Miquel Nieto, el coleccionista de sonidos extraños, en la Rambla de Barcelona

Y si os gustan los paisajes, en este otro vídeo podréis ver la banda luminosa que producen las emisiones de las redes WiFi en la noche de Oslo. Es un performance realizado por un grupo de alumnos de la Oslo School of Architecture & Desing en el que pintan la señal Wi-Fi con luz.

Solo veamos, escuchémonos y sorprendámonos…

Con solo 0,00006 µW/cm2

He medido la radiación de fondo de microondas en la casa de San Roque, y he obtenido 0,00006 microvatios por centímetro cuadrado. He recibido y enviado multitud de llamadas y SMS de felicitación durante esta Navidad, y os puedo asegurar que no me ha fallado en ningún momento la cobertura. No me lo explico. Entonces ¿para qué necesitamos valores legales de hasta 450 µW/cm2 (microvatios por centímetro cuadrado) o mayores? ¿Por qué intentan convencernos de que son imprescindibles para garantizarnos el servicio a los usuarios?

¿Es que no tenemos suficiente con los 0,1 µW/cm2 que propone la convención científica de Salzburgo de 2000? Este dato ya es más de 1.600 veces mayor de lo que hay en el ambiente de la casa de San Roque, o de lo que pude medir en la habitación del hotel de Salzburgo en el que estuve hospedado este verano.

El valor de 0,1 µW/cm2 es el aceptado como seguro por la comunidad científica internacional más crítica con la exposición ambiental continuada a campos electromagnéticos por telefonía móvil u otras tecnologías inalámbricas. Y si este valor es el aceptado por dicha comunidad, ¿por qué es tan difícil ponerse de acuerdo para adaptar la tecnología en beneficio de todos?

Hay margen más que suficiente para poder hacerlo, ¿no creéis?

Factores de riesgo ¿invisibles?

…O al menos aparentemente invisibles, si bien podríamos preguntarnos: si existen radiaciones a nuestro alrededor, ¿cómo podemos sentirlas, si no las vemos ni las tocamos? ¿Qué influencia tienen en nuestra vida?

En realidad, el espectro electromagnético es muy amplio, y su totalidad está compuesto por los diferentes pulsos y energías de la luz. La luz son fotones que pueden ser ondas o partículas al mismo tiempo. Dependiendo de su cantidad de energía, estos fotones pueden vibrar con ritmos diferentes, lo que llamamos frecuencias, y cada baile genera un diferente tipo de radiación. Así, en la naturaleza de la luz encontramos radiaciones ionizantes y peligrosas, como la radiación gamma, o como los rayos X que utilizamos para hacer radiografías, y radiaciones no ionizantes, como la luz visible que nos permite percibir las formas y los colores. También podemos sentir calor, que nos lo provoca la radiación infrarroja; sufrir quemaduras en nuestra piel, esterilizar material quirúrgico, o incrementar la resistencia de nuestros huesos, todo esto por efecto de la radiación ultra violeta; comunicarnos con los demás, gracias a las ondas de radio y también a las microondas; o cocinar, de nuevo utilizando las microondas.

Como podemos observar, aunque cuando hablamos de radiaciones parece que hablamos de algo completamente intangible, nos damos cuenta de que en nuestra vida cotidiana podemos sentir muchos de los efectos tanto a través de nuestros sentidos como del uso práctico que hacemos de los diferentes ritmos y niveles de energía de la luz que nos envuelve. Es más, casi todas estas radiaciones se encuentran en la naturaleza, procedentes de la actividad del Sol, de las estrellas y de la Tierra. Incluso nosotros mismos somos fuente de muchas de estas radiaciones: no olvidemos eso del calor humano.

La matriz del universo y de la vida es de naturaleza electromagnética.