Recalificación de un accidente nuclear

Radiactivoman

Este lunes escuché en las noticias que debido al alcance de los acontecimientos en Fukushima se está replanteando por parte de la OCDE cambiar la escala internacional de accidentes nucleares INES para adecuar la situación mejor a la realidad, evitando así confusiones sobre la verdadera gravedad del desastre.

El accidente nuclear más grave ocurrido en la historia de la energía nuclear ha sido el de Chernóbil en 1996, y el nivel más elevado en la escala de accidentes nucleares es el nivel 7, con el que se calificó a Chernóbil.

Como los acontecimientos en Fukushima excedían con creces los requisitos para enmarcarlo en el nivel 6, pasó directamente al nivel 7, que hasta la fecha era el nivel donde parece que le correspondería estar por su gravedad. Pero por alguna razón muy importante no se ve conveniente comparar Fukushima con Chernóbil. Siempre hay matices. Y claro, parecido no es lo mismo, por lo que se ha propuesto cambiar la escala y añadir un peldaño más. Así aparece la propuesta del “nuevo y flamante nivel 8”, en el que se clasificaría a Chernóbil en el primer puesto, manteniendo invicto el record mundial en este tipo de desastre ecológico.

Si la propuesta sale adelante, gracias a la nueva escala INES el accidente de Fukushima será muy grave, ma non troppo.

Viaje nuclear en moto, con el geiger en la mochila

A Chernóbil en moto
Foto del blog de Elena Filatova

Durante estas últimas semanas he estado navegando en busca de información para entender mejor el accidente nuclear de Fukushima y sus consecuencias. No he podido evitar encontrarme una y otra vez con la historia de Chernóbil. La historia del accidente, los trabajos de contención, el día a día de la vida en la actualidad, las expectativas para el futuro… Así me he topado con el blog de Elena Filatova, una mujer ucraniana de 37 años, hija de físico nuclear, que lleva siempre consigo un contador geiger con el que vigila dónde puede y no puede estar en un paraje pasado de Roentgens arriba (antígua unidad para medir el efecto de las radiaciones ionizantes), y que, además, viaja en moto japonesa de gran cilindrada por carreteras radioactivas.

No se trata de un personaje extraído de una serie manga de argumento post apocalíptico para adolescentes. Elena es una persona normal y curiosa que ha viajado en moto por las áreas de influencia de la contaminación radiactiva del accidente de Chernóbil para tener una experiencia propia y denunciar como son las cosas en esos mundos olvidados donde lo extraordinario se ha vuelto común a la fuerza.

En su blog, Elena describe su aventura en moto en «Pueblo Fantasma y Tierra de Lobos«, diario de viajes 2003-2005  a través de las tierras afectadas por la radiactividad. Realiza una descripción fantástica de los lugares y sus historias. Me recuerda las novelas de ciencia ficción de los hermanos Strugatski que leí a los trece o catorce años y que todavía se encuentran en las estanterías de mi biblioteca. Pero la historia de Elena no es un relato de ciencia ficción que transcurra en un oscuro e hipotético futuro, más bien trata de un lamentable pasado y un incierto presente, sin dejar de ver que a pesar de todo la vida sigue abriéndose paso hasta en una desolación nuclear.

Me ha parecido muy ilustrativo, con textos e imágenes que ofrecen una visión global de la situación, junto con pequeños y asombrosos detalles. Así que, si queréis asomaros a los paisajes cotidianos de la vida 19 años después de un desastre nuclear como el de Chernóbil, os invito a recorrer junto con Elena y su moto las carreteras radiactivas de la zona prohibida entre Ucrania y Bielorrusia. No olvidéis vuestro geiger.

“Las carreteras están bloqueadas para los coches, pero no para las motocicletas. Las chicas buenas van al cielo. Las malas, al infierno. Y las chicas con motos rápidas van donde ellas quieren”.

Elena Filatova

“¡Tranquilos, no hay ningún riesgo! Y además, el agua está muy buena”

Esto fue los que nos contaron en aquel entonces, como autoridades responsables de nuestra salud, el ministro de Información y Turismo don Manuel Fraga y el embajador de los Estados Unidos, cuando se bañaron juntos en las playas almerienses de Palomares. Y ¿por qué? Para demostrarnos que no existía ningún riesgo por la presencia en el agua de unos pocos kilogramos de plutonio, uranio y americio contenido en las bombas atómicas caídas por accidente en nuestras costas.

Cuarenta y cinco años después, como ha ocurrido con tantas mentiras gordas de la historia, descubrimos que el animalito ni era tan manso ni era pequeñito. En realidad, se trataba de un monstruo atómico tipo Godzilla capaz de arrasar con 50.000 m3 de terreno de un solo mordisco, dejando la parcela inservible hasta para la recalificación urbanística más salvaje. Ojo, lo de recalificar no es broma, que se ha intentado.

Tengo que reconocer que durante años llegué a creer que las bombas de Palomares no habían sido más que un episodio anecdótico de aquella España de los sesenta en la que me tocó nacer, que el daño estaba realmente controlado y que no había riesgos, como nos habían contado las autoridades en su momento. Pero ha resultado que el hecho no ha sido tan pintoresco, y nos viene a recordar que constantemente jugamos con fuego sin querer aceptarlo. Y además, negamos lo evidente: que es peligroso y no siempre sale como las autoridades nos aseguran que saldrá. Nos dicen que no hay peligro con las centrales nucleares actuales que pretendemos mantener en funcionamiento mas allá de la fecha acordada inicialmente para su cierre. Y tendremos que custodiar el sarcófago de hormigón de Chernóbil durante ¿cuánto? ¿25.000 años?

¿Y qué pasa con las radiaciones de las antenas base de telefonía móvil, y con los usuarios de teléfonos móviles, wifi o teléfonos inalámbricos DECT? ¿Y con los campos de las líneas de transporte eléctrico y transformadores urbanos? ¿Qué noticias nos darán dentro de 20 o 45 años?

¿Estás dispuesto a aceptar que las autoridades sanitarias y políticas realmente tienen toda la información y control? ¿Crees que saben garantizar nuestra salud y seguridad ante energías que ni los científicos más punteros llegan a comprender por completo? Y lo más importante, ¿crees que pueden protegernos de los intrincados mecanismos que interactúan entre esas energías y nosotros?