La radiactividad de un cementerio nuclear persiste por miles de años, pero nuestra tecnología actual no puede dar respuestas eficientes a tan largo plazo. Lo explica muy bien Joan Herrera en este artículo publicado el 1 de febrero en El País.
Un cementerio nuclear contiene un riesgo que puede no ser inmediato. Obviamente todas las instalaciones requeridas para el cuidado de estos residuos se encontrarán, estoy totalmente seguro de ello, en perfecto estado y cumpliendo con todas las garantías de seguridad desde el mismo momento de su puesta en funcionamiento. Previsiblemente también se encuentren en perfecto estado de conservación dentro de 50 años, aunque vaya usted a saber.
No obstante, teniendo en cuenta la vida media de los residuos nucleares a almacenar (y entendemos por vida media el tiempo que estos elementos tardan en reducir su actividad justo a la mitad), encontramos que en el caso del uranio 238, el periodo de semidesintegración que ocupa esa llamada vida media es de unos 4.500 millones de años. Una pasada.
Por lo que sabemos, las ciudades más antiguas de la Historia comenzaron a florecer hace unos 10.000 años aproximadamente (mucho antes que mi pueblo), por lo que ni con toda la historia de la civilización junta podríamos custodiar eficazmente tanta y tan buena herencia para nuestros descendientes.
Perdón, me corrijo: tal vez sólo tengamos que cuidar estos residuos hasta que los podamos enviar a la Luna.